La sombra de un suspiro
Andrea J. Linares
2023
La liga comunista 23 de septiembre surge el 15 de marzo de 1973 durante el gobierno de Luis Echeverría Álvarez quien fungió como secretario de gobernación en el sexenio de Gustavo Díaz Ordaz. Fue un grupo de guerrilla estudiantil y política con ideales comunista y marxistas, cuyo propósito fue dar fuerza y unificar a los grupos y movimientos de la época, integrados por muchos de los estudiantes que vivieron la represión del 68 y 71. El 17 de septiembre de 1973, en Monterrey, integrantes de La liga intentan llevar a cabo el secuestro de Eugenio Garza Sada con el fin de presionar al gobierno en turno y lograr así la liberación de compañeras y compañeros que permanecían como presos políticos. Es durante el enfrentamiento que Garza Sada recibe un impacto de bala y muere. Su muerte causa indignación nacional. Trabajadores y empresarios culpan al gobierno de haber causado su muerte por negligencia e incapacidad de manejar la situación y las solicitudes de las organizaciones. Un mes después, en Guadalajara, otro comando de La liga secuestra al cónsul británico Duncan Williams y al empresario Fernando Aranguren. En respuesta, el gobierno rechaza toda negociación con La liga y sus miembros deciden matar a Aranguren y liberar al diplomático. En ese momento el gobierno de Luis Echeverría crea La Brigada blanca, un grupo paramilitar para ir en contra de los miembros de los grupos que conformaban La liga. La Brigada blanca torturó, secuestró y asesinó con permiso del Estado a los miembros de La liga hasta lograr su completa disolución en 1983. La historización de los acontecimientos de esos diez años está aún llena de lagunas. Si bien, existe una historia oficial que acompaña la transición de la guerrilla, sabemos que existe también una transición de aquellas y aquellos que la integraron. Y que, como toda organización, los diez años de lucha son logrados gracias a las labores de cuidado y limpieza, generalmente en manos de mujeres. La sombra de un suspiro es un ensayo fotográfico, que documenta y narra el paso de las mujeres que formaron parte del grupo guerrillero. La figura de la mujer se destaca como un símbolo de lucha, identidad y resistencia. Andrea Linares hace uso de material de archivo, hemerográfico y fotografías construidas para tejer diálogos entre las políticas de la memoria, la violencia y el poder. No desde un enaltecimiento de la violencia, sino como un análisis sensible de la complejidad de ésta y sobre todo, un reposicionamiento de las violencias tomadas en manos de mujeres como herramienta para la construcción de imaginarios y futuros comunes. La exposición explora la ficcionalidad que cabe dentro del archivo en el despliegue de escenarios que se presentan no como falsos históricos sino como posibilidades de lectura del pasado. La defensa de la educación pública, la lucha proletaria y la lucha por la defensa de los derechos humanos en sus concepciones contemporáneas, son en gran medida gestadas desde este movimiento y desde sus representantes. La clandestinidad de los medios se presenta como única opción para la distribución de lo que llamarían una verdadera teoría revolucionaria y como un espacio para sostener afectivamente a los miembros. La artista hace un análisis visual de aquello que cabe dentro de las escenas narradas en los periódicos cuyas concepciones escapan a la violencia y nos acercan a los otros testimonios, los de participantes aparentemente secundarios como las madres de las y los guerrilleros o las y los hijos de aquellas mujeres que fueron detenidas mientras les gestaban, en un ejercicio que convoca el regreso de nuestra ingenuidad y curiosidad crítica a la mirada desde la que confrontamos la historia. Mayra Vineya